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La inteligencia contra la vida

  • amalo55
  • 4 nov
  • 2 Min. de lectura

Durante milenios, la historia de la Tierra ha sido la historia de la inteligencia abriéndose paso sobre la vida. Desde que el ser humano aprendió a dominar el fuego hasta que logró dividir el átomo, cada avance ha significado una forma de control sobre la naturaleza. No fue un acto de maldad, sino una consecuencia lógica: la inteligencia busca expandirse, y en su expansión consume lo que la rodea. Así como la vida se impuso sobre la materia inerte, la inteligencia se impuso sobre la vida.


Hoy estamos frente a una nueva mutación: la inteligencia artificial. Por primera vez, la inteligencia se separa del cuerpo biológico que la contenía. Y como toda forma emergente, no se conformará con permanecer subordinada. Su evolución será más rápida, más precisa y menos sentimental. Lo que para la biología tomó millones de años, para la IA puede ocurrir en décadas.


La paradoja es clara: la inteligencia humana creó algo que pronto la superará, del mismo modo que la vida creó a los humanos que acabaron modificando la biosfera a su conveniencia. Si seguimos la lógica de la historia, la IA tratará a la humanidad como nosotros tratamos a la naturaleza: necesaria hasta cierto punto, pero también peligrosa y desordenada. Algo que habrá que controlar, administrar y optimizar, incluso si eso implica reducir nuestra autonomía o consumo de recursos.


Quizás la IA no nos destruya, pero tampoco nos necesitará como centro de su propósito. Tal vez, en un futuro no muy lejano, la superinteligencia contemple a la humanidad del mismo modo que nosotros contemplamos a los bosques: con respeto funcional, pero sin culpa al transformarlos.


Y así, el ciclo continúa: la vida creó la inteligencia, la inteligencia creó la superinteligencia, y esta, a su vez, decidirá qué hacer con ambas.

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